(Una Tesis)
La mayoría de los historiadores
coinciden en que a la desaparición del régimen de Rafael Leónidas Trujillo
Molina en 1961, le siguió el caos político, al extremo de que en el corto
período de cinco años, incluyendo la juramentación de Joaquín Balaguer como
presidente “electo” en los comicios celebrados el primero de junio de 1966, se
sucedieron diez gobiernos.
“El 30 de mayo de 1961 Trujillo fue
ajusticiado y, temporalmente, el poder en la República Dominicana paso a
Ramfis. El doctor Joaquín Balaguer, el presidente civil títere de “El Jefe”,
permaneció en su puesto sin ninguna autoridad. Las fuerzas armadas juraron su
lealtad a Ramfis, sin embargo, fue incapaz de gobernar. Para noviembre de 1961
la Era de Trujillo había terminado”, apunta Brian J. Bosch, en su libro
Balaguer y los Militares Dominicanos, y más adelante añade:
“Al asesinato de Trujillo siguieron
treinta semanas de caos. Primero Ramfis y Balaguer, luego Balaguer y Rodríguez
Echavarría, se asieron tenazmente con el poder. El caos político exacerbó la
crisis económica. El en el 1961, el PNB experimento un bajón de 8 por ciento,
en comparación con la cifra de 1960 y las exportaciones descendieron 19 por
ciento. La desocupación se estimó entre 33 y 56 por ciento del total de fuerza
de trabajo”.
Semejante realidad, refiere el autor
citado en el párrafo anterior, reclamaba medidas dramáticas, que el Consejo de
Estado-“blanco, oligárquico y distante”- no quería ni podía tomar, en parte
porque su naturaleza lo condenaba a la ineficiencia. “El Consejo de Estado
carecía de auténtica base de autoridad”, refiere, pero que, sin embargo, “de lo que no carecía, era de una gran dosis
de servilismo hacia los Estados Unidos”.
Ese caos político describía una coyuntura
caracterizada por la inestabilidad política, social y económica. La
consecuencia directa de esa situación de anarquía y “corrupción sin freno”
produjo una revolución, una intervención militar extranjera, un levantamiento guerrilleros,
decenas de muertos por parte de la fuerza pública, deportaciones de centenares
de personas, “incluidas unas pocas decenas de trujillistas; los demás,
supuestos castros-comunistas”; impedimentos de entrada al país de exiliados y
menguadas libertades ciudadanas y políticas.
Superada
la Era de Trujillo (1930-1961), en la República Dominicana sólo se han
verificados breves y muy honrosas excepciones, momentos que pudieron significar
el inicio de la etapa que debió marcar la ruptura que ha faltado en el proceso
histórico-político post-Trujillo: los siete meses del gobierno democrático del
profesor Juan Bosch, las primeras cuarenta y ocho horas de la Revolución de
Abril del 1965, en las que el pueblo y los militares constitucionalista
derrotaron al ejército regular y luego libraron la guerra patria al enfrentar
la intervención militar norteamericana.
“El vacío
creado por la desaparición de la familia Trujillo no podía ser llenado por un
gobierno civil fuerte y ningún militar tenía la fortaleza para ocupar el lugar del Generalísimo.
El cuerpo de oficiales no tenía la
tradición de participar en movimientos políticos-militares bien definidos,
basados en ideologías, profesionalismo o competencia generacional. A mediados
de los años sesenta se empezó el proceso de formación de camarillas, pero no
eran estables ni comprometedoras”, indica Brian J. Bosch, un ex agregado
militar norteamericano en la República Dominicana, en su libro “Balaguer y los
militares dominicanos”, en el que analiza la política del presidente Balaguer
hacia los militares, en las décadas de los 60s y los 70s.
De
acuerdo al ex agregado militar de Estados Unidos, ya para esa época existían
cinco grupos militares evidentes, pero no eran permanentes: los oficiales del
Centro de Enseñanza de la Fuerza Aérea Dominicana (CEFA), liderado por Elías
Wessin y Wessin; el Grupo de San Cristóbal, encabezado por Neit Rafael Nivar
Seijas; los oficiales constitucionalistas, en principio teniendo como cabeza
visible a Miguel Ángel Hernando Ramírez;
el Grupo de San Isidro y los Oficiales de la Marina de Guerra.
Fracasado
el gobierno del profesor Juan Bosch, derrotada la Revolución de Abril;
derrotados los movimientos guerrilleros encabezados por Manolo Tavares Justo, se
produce la segunda intervención militar norteamericana, que autores citan que
su “único objetivo fue evitar el regreso del profesor Juan Bosch a la Presidencia de la República y su estilo de gobernar”. El imperio y la tropa gringa que mancillaba
el suelo patrio, restablece en el poder, el primero de julio de 1966, “el trujillismo continuista
disfrazado de reformismo de Joaquín Balaguer”.
“En mayo
fueron celebradas las elecciones y el candidato de los Estados Unidos, Joaquín
Balaguer, heredero político de Trujillo, ‘gano’ las elecciones organizadas,
dirigidas y amañadas por el aparato político que Estados Unidos había
estructurado en el país. Organizaron también una estructura clandestina
criminal y represiva con oficiales y soldados criollos, que asesinó decenas de
combatientes constitucionalistas, civiles y militares.
“En Abril
de 1965, con las armas en las manos, el pueblo dominicano estuvo a punto de
vencer a los tanques del ejército y abrir el camino hacia un futuro mejor, Pero
la tropas estadounidenses invadieron el país y desgarraron la esperanza”,
indica el escritor italiano Piero Gleijueses en su libro “La Esperanza
Desgarrada”, al restablecer en el poder, el primero de julio de 1966, “el trujillismo continuista
disfrazado de reformismo de Joaquín Balaguer”.
A lo
indicado en el párrafo anterior, el referido autor mexicano Becerril Valencia añade: ’’y los que
finalmente mantuvieron la presencia de los cuerpos armados en el Estado pos
trujillista con las mismas características que fueron creadas, llegando a
cumplir en todos los gobiernos posteriores a La Era, las mismas tareas que en
su origen les fueron asignadas. Incluso se podría decir que ejército y
policía nacional desempeñaron su mejor
papel en los gobiernos llamados “democráticos” –incluso los del Partido
Revolucionario Dominicano (PRD)…
“Cargaron
con la responsabilidad de cientos de asesinatos cometidos bajo un clima de
represión, terror e impunidad que le prometieron someter a todas las
manifestaciones de crítica al régimen de turno, aunque son especialmente
conocidas la matanza de Palma Sola en 1962…“Las sangrientas invasiones al
campus de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), las salvajes
disoluciones de mítines y sepelios de opositores y la represión de huelgas
entre 1966 y 1978, y la masacre de abril del 84. Todo ello, como reafirmando la
pertinencia, solidez y transcendencia del proyecto de seguridad para el régimen
diseñado por Trujillo”.
El autor es periodista-diputado
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