Por: Nélsido Herasme
Apropósito
del “Premio Nacional de Periodismo” que cada cierto tiempo otorga el Estado
dominicano a través del Ministerio de Educación, a reconocidas figuras de los
medios, soy de los que creen que tal reconocimiento debe ser entregado a quien
en verdad se lo merece.
Los
premios colman el alma de satisfacción, forran de alegría y enaltecen y elevan
el espíritu para continuar con el compromiso.
El
premio es para quien ha hecho aporte a su sector y, por ende a la sociedad,
porque los méritos, a lo igual que los talentos se siembran y luego se
cosechan; ambos son fruto del trabajo, el esfuerzo, la responsabilidad y el
sacrificio.
En
la República contamos con lumbreras que adornan con laurel el espectro
radioeléctrico y en medios impresos, que bien se merecen ser premiados, porque
a pura prueba se lo han ganado.
A
cualquiera no se le otorga un premio, porque se desmerita y pierde esencia,
color y sabor.
En
el país son muchos los hombres y las mujeres de la radio, la televisión y los
medios impresos, quienes realizan una notable labor que prestigian la
comunicación.
Tenemos
verdaderos artistas de la investigación, la entrevista, hacedores de opinión
pública y escribidores de crónicas.
Durante
40 años hemos observado el rutilar de brillantes estrellas de la comunicación,
que desde la salida del sol, hasta la puesta, en el marco de la ética y la
objetividad, en el día a día cumplen con la sagrada misión de informar y
orientar a la población sobre diversos y complicados temas de interés
colectivo, incluso corriendo el riesgo de ser reprendido por quienes ejercen el
poder político y sancionados por los dueños de los medios.
Es
harto conocido que en innumerables oportunidades los periodistas son colocados
entre la espada y la pared, porque como asalariados, su labor apunta al interés
del dueño, que muchas veces es un empresario y otras, un político en la
oposición o en el gobierno.
La
labor del periodista será siempre difícil ejercerla a favor de las grandes
mayorías, dado que el trabajo lo desarrolla en una sociedad dividida entre
empresas y poder político.
A
pesar de las limitaciones con que los y las periodistas ejercen su papel de
orientadores, tenemos comunicadores que son merecedores no solo del Premio Nacional, sino del cariño
y el respeto de la ciudadanía.
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